Todo aquel que ha nacido de nuevo vive en una continua guerra interior.
No podemos ignorar que en nuestras vidas luchan dos voluntades: mi voluntad y la voluntad de Dios. Mi voluntad por naturaleza está sujeta a mis propias concupiscencias que una vez satisfechas da a luz al pecado, estas nos seducen constantemente para hacer lo que no es conveniente delante de Dios. En esto se basa la tentación cuando somos atraídos y seducidos por nuestros propios deseos Santiago 1:14-15. Por eso es que muchas personas hoy en día se sienten cómodos con el estilo de vida que llevan porque aún no han conocido a Dios ni su voluntad y por ende el pecado es algo normal en sus vidas. Decirle a un hombre que no conoce a Dios que pecar es malo, es como decirle a un niño pequeño que no salte, ni brinque, ni juegue. Por eso la única manera de sacar a una persona del pecado es llevarla por la Palabra al arrepentimiento con la ayuda del Espíritu, demostrándole con la verdad, que no anda en el camino correcto, ya que si no hay arrepentimiento no habrá una autonegación al propio yo rebelde.
La rebeldía surgió cuando el hombre no se sujetó a los mandatos divinos de Dios, por eso, es que todo aquel que no anda en obediencia a los principios divinos, este anda en rebeldía, desobediencia.
[quote_center]La única manera doblegar mi voluntad es haciendo la voluntad de Dios[/quote_center]Como he escrito muchas veces para seguir a Jesús hay que tomar la cruz, que en este caso representa la crucifixión constante de tu vieja naturaleza (Lucas 9:23), una constante negación a nosotros mismos. Cuando llegamos al evangelio, llegamos con muchas ideas erróneas en nuestros corazones, llegamos con una mentalidad que más adelante por la Palabra nos damos cuenta de que estábamos equivocados.
Una mentalidad es un patrón de pensamientos establecidos. Por eso es que cuando somos nuevos convertidos en vez de aprender, empezamos a cuestionar y a defender lo que supuestamente estamos seguros que es lo correcto. Ese antiguo yo (viejo hombre) enojón, orgulloso, mentiroso, desobediente, perverso, arrogante, altivo, soberbio, chismoso, celoso, contendedor debe de ser crucificado. Los frutos del Espíritu son la evidencia visible de que el viejo hombre está siendo crucificado, mientras sigamos sujetos a nuestra vieja naturaleza, nunca produciremos frutos, que es lo que le habla a Dios acerca de nosotros y es lo que nos hace andar en el Espíritu Gálatas 5:22-23. Cristo murió tu muerte eterna, pero te toca a ti morir a lo pecaminoso (la muerte al yo).
[pull_quote_center]Las armaduras espirituales te darán fortaleza a los ataques del día malo[/pull_quote_center]Si Dios nos dio una armadura espiritual es porque estamos en una guerra espiritual donde no luchamos contra carne ni sangre, o sea, con seres con cuerpo. En esta guerra espiritual la única arma ofensiva es la Palabra de Dios. No puedes vestir un cuerpo natural con algo espiritual. Según efesios 6:11,13 la armadura de Dios sirve para estar firmes contra las asechanzas del diablo y para resistir el día malo. Mi pregunta es: ¿por qué en tu espíritu hay partes por proteger? Recuerda por esa área desprotegida el diablo intentará herirte y ser vencido en el día malo.
Las áreas de nuestras vidas que no están vestidas con las armaduras de Dios Efesios 6:14-17 están desprotegidas y por ahí el enemigo intentará herirte en el día mas débil. Por eso debemos de mantenernos en una constante búsqueda de la presencia de Dios a través de la alabaza, adoración, oración, lectura de la Palabra, ayuno. Este fue el secreto de nuestro señor Jesucristo, el pasaba más tiempo con su padre que con los hombres, por eso, nada de lo que hizo fue fruto de su propia voluntad, ya que en un momento determinado se enfrentó a su propio yo Lucas 22:42. El pasar más tiempo con Dios nos da mucha ventaja ante la vieja naturaleza, ya que en la presencia de Dios nuestra voluntad va muriendo. A Dios sea la gloria.
[pull_quote_center]La santa, perfecta y sublime voluntad de Dios es la dirección del Espíritu[/pull_quote_center]