En la travesía de la vida, las expectativas pueden ser faros que iluminan nuestro camino o tormentas que amenazan con desviarnos. Como cristianos, nuestra fe nos guía en la comprensión de que nuestras expectativas deben estar arraigadas en la esperanza divina. En este artículo, exploraremos cómo enfrentamos y gestionamos las expectativas a la luz de la fe cristiana, descubriendo que en cada expectativa, hay una oportunidad de crecimiento espiritual.
La Fundamentación Bíblica de Nuestras Expectativas
Las Escrituras nos recuerdan que nuestra expectativa debe estar alineada con la voluntad de Dios. En Jeremías 29:11, leemos: «Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis». Esto nos enseña que nuestras expectativas deben estar centradas en la paz que Dios tiene para nosotros, reconociendo que Él tiene un plan perfecto para nuestras vidas.
Manejando las Expectativas No Cumplidas
A veces, nuestra expectativa no se alinea con la realidad, y experimentamos la desilusión. Sin embargo, como cristianos, tenemos la esperanza en Dios que trasciende nuestras circunstancias. En Romanos 8:28, se nos asegura que «a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien». Esto nos insta a confiar en que, incluso cuando nuestras expectativas no se cumplen como esperábamos, Dios trabaja todas las cosas para nuestro bien.
Cultivando Expectativas Alineadas con el Reino
Como seguidores de Cristo, nuestra expectativa debe reflejar los valores del Reino. Filipenses 4:6-7 nos aconseja: «Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús». Al cultivar expectativas en oración y agradecimiento, permitimos que la paz de Dios gobierne nuestros corazones.
La Expectativa Suprema: La Venida de Cristo
Nuestra fe cristiana está anclada en la expectativa más grande: la segunda venida de Cristo. En Tito 2:13, se nos llama a «aguardar la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo». Esta esperanza trasciende las expectativas terrenales y nos recuerda que, en última instancia, nuestra verdadera esperanza está en la redención y la eternidad con nuestro Salvador.
Conclusión:
Como cristianos, podemos abrazar la esperanza que viene de Dios, fundar nuestras expectativas en Su voluntad y confiar en que, incluso en las expectativas no cumplidas, Dios está obrando para nuestro bien. En cada expectativa, hay una oportunidad de crecimiento espiritual y un recordatorio de que nuestra verdadera esperanza está en Cristo.