
Allí le devolveré sus viñedos, y convertiré el valle de la Desgracia en el paso de la Esperanza. (Oseas 2:15 NBD)
No es lo que tenemos, o lo que somos, o donde estamos, o lo que realizamos, lo que nos hace felices o desgraciados. Es lo que pensamos acerca de todo ello. Así, por ejemplo, dos personas pueden estar en el mismo sitio, ejecutando el mismo trabajo, ambas pueden tener sumas iguales de dinero e igual prestigio y sin embargo una es feliz y la otra no. ¿Por qué? Porque su actitud mental es diferente. La naturaleza de la lluvia es la misma, y sin embargo produce espinas en el pantano y flores en el jardín. Algunas veces Dios permite que andemos a oscuras para mostrarnos que él es la luz.
Los golpes de la adversidad son muy amargos, pero nunca son estériles. La prosperidad descubre nuestros vicios, pero la adversidad descubre nuestras virtudes.
La adversidad es como un ventarrón: nos arranca todo, menos lo que no se puede arrancar, y así nos vemos como de verdad somos.
El fracaso debería enseñarnos humildad, pues no somos tan listos como a veces nos creemos, y el tener que inclinar la cabeza de vez en cuando añade algo a nuestra personalidad. Es bueno conocer nuestras debilidades, aprender nuestras limitaciones. Es posible que fracasemos en lo que hagamos, pero podemos tener éxito en lo que hayamos aprendido. ¡Y eso es ya un verdadero éxito!
Dios no permitiría jamás el mal si no fuese lo bastante poderoso y lo bastante bueno para sacar el bien de ese mismo mal. Confíe en que él no cierra una puerta sin abrir otra. Él sabe sacar el bien de lo que nos parece un mal. Si usted cree en la soberanía de Dios, sabe que Dios puede hacer que una mala decisión resulte en bien. Él puede hacer un milagro de una equivocación.
Recuerda: Tú no está acabado cuando te derrotan sino cuando te das por vencido.
via: unavidaparacristo.wordpress.com