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Como aprender a Orar | Parte II

Antes de pedirle algo a Dios, pregúntate, ¿Estoy haciendo su voluntad?

Muchas personas están frustradas porque no reciben respuestas a sus oraciones. En su corazón profesan día y noche que Dios no los escucha porque piden algo y no reciben respuestas a lo que piden. La verdad es que Dios escucha a todo aquel que levanta un clamor delante de él e incluso da respuestas inmediatas a sus oraciones. El problema está en que muchos de nosotros vivimos bajos cielos de bronce a causa de nuestro pecado y desobediencia Deuteronomio 28:23-24. Vivir bajos cielos de bronces significa que casi nunca recibimos lo que pedimos a causa de nuestro pecado, una falta de perdón hacia otra persona o la mala intención con la que pedimos. Una persona que vive bajo cielos de bronce es una persona que vive en una sequía continua, uno que vive en el desierto, una persona que nunca sale de un problema, ni de las deudas, una persona que vive sin esperanza, una persona que siente que todos lo han abandonado y lo peor de todo, le es muy difícil escuchar la voz de Dios. Una evidencia de que vivimos bajo cielos abiertos es que podemos escuchar la voz de Dios Mateo 3:16-17. La única manera de abrir los cielos y romper los cielos de bronce es haciendo la voluntad de Dios. Esta es una de las causas más comunes por la cual no recibimos respuestas a pesar de que Dios ya hace tiempo nos haya respondido.

Dios nos responde a la manera que más nos conviene, no a la manera que mas deseamos.

Otra razón por la cual no vemos respuestas a nuestras oraciones es que le pedimos algo a Dios y queremos recibir respuestas a nuestra manera, no a la manera de él. La palabra de Dios habla en 2 Reyes capítulo 5 de un general llamado Naamán. Este hombre padecía de una terrible enfermedad llamada lepra. Este hombre recibió una recomendación de una mujer que había sido cautiva de la tierra de Israel y le dijo que había un hombre profeta quien tenía el poder para sanarlo de su lepra. Cuando Naamán fue delante del profeta por recomendación de la mujer, el profeta le dijo: ve y lávate siente veces en el rio Jordán y tu lepra desaparecerá. Cuando este hombre recibió la noticia se fue enojado y murmuro en su corazón, porque había creado todo un escenario en su mente de como actuaria el profeta y como su lepra desaparecería. Así estamos muchos de nosotros, le pedimos algo a Dios y si no nos responde a nuestra manera entonces no era de él la respuesta. Y Dios nos responde a cada momento y sin embargo ignoramos su bendición porque tenemos una percepción equivocada en nuestro corazón de como Dios tiene que bendecirnos. Tenemos que entender que la fe sin obra es muerta, y si le pedimos algo a Dios, debemos hacer algo natural que provoque que esa petición suceda Santiago 2:22. Ejemplo: Hay personas que llevan años pidiéndole un trabajo a Dios y ni siquiera han regado un currículo y tampoco quieren prepararse. Es seguro que Dios haya preparado el corazón de la persona a quien le vas a entregar el currículo pero sin embargo no has querido actuar en fe y llevar el currículo, porque verdaderamente no tienes fe, sino presunción.

Dios responde a nuestra fe, no a nuestra necesidad.

Cada milagro que Jesús hizo cuando vino a la tierra era atraído bajo una influencia de fe, o sea, los milagros eran atraídos por la fe de las personas. En la palabra vemos expresiones tales como: grande es tu fe, tu fe te ha salvado, por tu fe seas sanado, así se haga como has creído, nunca había visto tanta fe en Israel, entre otras. Vemos que cada respuesta a una petición específica nació bajo una influencia de fe. A veces creemos que el tamaño de nuestra necesidad va a determinar el tamaño de nuestro milagro y estamos muy equivocados. El tamaño de nuestra fe va a determinar el tamaño de nuestro milagro porque Dios responde a la fe, no a la necesidad.

Una persona que está pasando por un momento difícil no nos asegura que está orando en fe, porque Dios conoce nuestro corazón y él sabe si estamos orando en fe o estamos orando solo por lastima. El que ora sin fe no le ora a Dios y es como si Dios no escuchara porque el enemigo se roba ese clamor Santiago 1:6-7. El único clamor que el enemigo no puede robar es el clamor de un corazón humillado cargado de fe. Todo aquel que ora en fe, está seguro de lo que está orando. Bartimeo clamo hasta que Cristo se detuvo entre la multitud, y aunque recibió reproches de los discípulos de Jesús, su fe era tan grande, que nunca paro de clamar porque estaba seguro de que en Jesús estaba la respuesta que por años estaba buscando Marcos 10:47-52. Bartimeo era ciego y clamo desesperadamente hasta que Cristo se detuvo, nosotros padecemos necesidad y clamamos una noche, y si no vemos respuestas inmediatas pues nos cansamos de orar porque todavía no tenemos la firme convicción de que Dios verdaderamente tiene la respuesta a nuestro problema. Yo te digo: Clama hasta que Cristo se detenga entre la multitud, ora hasta recibir respuestas, no te canses de clamar, la oración tiene el poder de abrir los cielos…

Otras de las causas más comunes por la cual no recibimos respuestas a nuestras oraciones son…. continuar a la tercera parte.

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